Fiji : bula! buscando el paraíso.
Casi seis meses llevamos desde que, salimos el día 20 de Septiembre de casa, este es el séptimo país de nuestro viaje, después de tres meses recorriendo 10.000 kilómetros por Nueva Zelanda nos apetecía algo de descanso de conducir, buen tiempo y playas, esto podría ser sinónimo de Fiji, paraíso turístico en mitad del pacífico.
El día 27 de febrero aterrizamos en Nadi, ha pasado tiempo pero el internet en los próximos 50 días nos impedía actualizar nuestro blog, nos alojamos en Namaka un barrio cercano al aeropuerto, en casa de Kanavu y su familia, cinco hijos, marido y abuelos, junto con nosotros cuatro en una casa que había sido devastada por las ultimas inundaciones, millones de mosquitos y televisión a gran volumen, esto era la real Fiji, más humilde que lo que patrocinan en las agencias de viajes o uno piensa en su mente.
Las ciudades nunca nos han gustado y siempre evitamos estar, esta no era una excepción, ruido, obras, calor, perros callejeros que impiden pasear por la noche, pero para nosotros también era una experiencia estar en casa de una familia local y conocer como viven, los Fiyianos son de las personas más tranquilas que nos hemos encontrado, siempre aprovechar para estar estirados incluso comiendo.
Después de estar dos días en la ciudad y buscar sitios para ir, nos bloqueamos bastante sobretodo por el precio de los alojamientos, la realidad es que hay dos tipos de turismo, el que va a lujosos resorts paradisiacos y otro el mochilero procedente de Australia y Nueva Zelanda que aprovecha la cantidad de dormitorios que ofrecen a buen precio estos resorts, nosotros no encuadramos en ninguno así que intentamos buscar algo alternativo.
El primer sitio que encontramos fue en la Coral Coast, situada al sur de la isla Viti Levu, una de las dos grandes islas de las más de 300 que hay en este país, la zona es agradable: hay un coral alrededor de la isla muy recomendable, los pueblos que hay alrededor son muy rústicos, para comer solo hay pequeños economatos que venden enlatados y bebidas, así que, la única opción de huir de los precios de los restaurantes de los hoteles en preguntar en el pueblo si alguien te puede preparar la comida y comer en su casa.
Después de unos días nos fuimos al norte cerca de Tavua, allí habíamos contactado con una familia Hindú que nos iba a alojar por 50 dólares al día (unos 25 euros), nos trasladamos en uno de los autobuses que no tienen ventanas hasta Lautoka y desde allí otro, el calor aquí es sofocante sobretodo cuando te alejas del océano, los autobuses son conducidos casi siempre por Hindi-Fiyianos, estos son un 40 % de la población, el resto Fiyianos y chinos, el choque cultural en este país es enorme, las dos poblaciones mayoritarias: Fiyianos y Hindús son culturalmente opuestas, los Fiyianos destacan por su tranquilidad y amabilidad mientras los Hindús son impacientes y a veces rudos, lo comprobamos al subir siempre al autobús, no permiten perdida de tiempo al subir y siempre se enojan, para las dos sociedades en difícil convivir en harmonía.
La familia Mukar era una familia hindú que trabajaban como profesores, nos ofrecieron las comidas típicas hindús, la curiosidad de esta familia era que religiosamente eran testigos de Jehová, no utilizaban cubiertos para comer y siempre estaba la televisión encendida a gran volumen.
De aquí contactamos no fácilmente con una familia Fiyiana en las islas Yasawas, así que después de cuatro días de intensa lluvia y calor, y con una decepción tremenda de este país, nos dispusimos a buscar si el paraíso existía realmente en este país o era solo a costa de un gran desembolso de dinero.
En el puerto de Latoka nos esperaba Weiss con su pequeña lancha para llevarnos a la isla de Waya Lei Lei, situada a casi dos horas de tierra firme, después de un trayecto bajo el intenso sol llegamos al viejo pueblo de Namara, éste fue declarado zona no segura por un desprendimiento que destrozó alguna casa hacia años, los habitantes fueron obligados a trasladarse al pueblo nuevo de Namara pero muchos desistieron y se quedaron en el viejo pueblo, en esta isla destacan los dos resorts cercanos que son de propietarios Fiyianos , cosa no común, y por suerte la mayoría de los locales trabajan allí.
La casa donde nos alojamos vivían Ruci y Mali, junto con sus cinco hijos, la mitad de la casa era nuestra habitación, el resto, un comedor sin mesas ni sillas y una pequeña habitación donde dormía toda la familia, la cocina siempre esta fuera de las casas, éstas son cuatro planchas grapadas donde hay un agujero para la salida de humo, para cocinar utilizan madera y restos de coco, el lavabo también esta siempre fuera de las casas, no todo el mundo tiene, cerca de la playa muchas casas tienen un cubierto formado por trapos y alguna cuerda para poder estar estirados, aquí pasan la mayor parte del día los locales, muchas casas no tienen luz y solo dos en todo el pueblo tienen neveras.
En estas islas nunca encontramos hindús, una característica de los locales es que las mujeres y niñas nunca llevan pelo largo, ni pendientes, los domingos son días de descanso y misa, por cierto aburridísima, y siempre fiji time obligado después de comer, mucha gente incluso come en posición descansada, importante dar gracias por la comida escuchando los largos sermones y respetar el orden de los comensales, aquí los niños son los primeros, la cocinera es siempre la última.
Ruci nos hizo sentir como en casa, siempre atenta, cocinando siempre sus exagerados platos , pescado fresco y comidas especiales para los peques, su afán por enseñarnos su cultura y lengua. Siempre sonriendo y insistiendo para que comiéramos más, la gente aquí come muchísimo, no entendían como podíamos comer tan poco, por lo que oímos a otros turistas la comida en los resorts es justa y cara, aquí en cambio no sentimos en ningún momento esta sensación.
Visitamos la escuela de la isla, donde los niños mayores de cinco años permanecen internados durante la semana escolar, aquí la disciplina es muy importante, la figura del maestro, la familia, todos los niños quieren ir a la escuela, era difícil de justificar que nuestra hija con cinco se dedicaba a viajar por ahí y no tenía que ir al colegio, los más pequeños llegan en lancha y cada día vuelven a casa.
Con Weiss en su barca Dhara y yo fuimos a un arrecife situado a media hora de la isla donde se podía nada con tiburones y un montón de peces, fue una experiencia única.
El pequeño de nuestra familia Kiram cumplía su primer año, que mejor sitio para su celebración que en compañía de los niños del pueblo, canciones en Fiyiano y estar en estas hermosas playas en esta época del año.
Lo mejor de la estancia fue la ultima noche Ruci nos preparó una cena en la playa con un fuego, con pescado , zumo típico de la isla (agua con polvos ) y ice bloc (helado del mismo zumo).
Después de tres semanas en Fiji nos vamos a Samoa, Vinaka!